Desde la
última vez que vi “La noche de las Narices Frías” con mis hijos tenía muchas
ganas de escribir este texto… Es la película de Disney que más he disfrutado,
en todas las etapas de mi vida. La he visto más de cincuenta veces, desde que
nací, hasta los 42 años que tengo ahora. Nunca me cansa, siempre descubro cosas
nuevas. La sensación que me genera repetidamente es la admiración por los
creadores por su gran sensibilidad, capacidad de observación y conocimiento en
profundidad de los perros, con sus formas de comportarse y relacionarse. Creo
que es la que más me gusta justamente por eso, porque transcurre en una ciudad
normal, en una familia normal, con nada mágico ni cuestionable más allá de
perros que hablan; pero que cuando lo hacen es entre ellos y a modo de traducción,
dado que la comunicación con los humanos es justamente la que conocemos de nuestros
amigos de cuatro patas: ladridos, aullidos, raspatinas, etc…
A pesar de que desde pequeña me relacioné con la peli por haberme criado con una preciosa dálmata: Manchas, que fue quien me acompañó desde los 6 hasta los 22 años, la última vez que la vi, llamó poderosamente mi atención el personaje del Labrador Negro (voz: Ramsay Hill). Éste es mencionado por primera vez por el Collie en la granja lechera, cuando comenta que el humano dueño del Labrador es un comerciante en Dinsford. Luego de que la familia de Dálmatas llegara al pueblo, son recibidos por el Labrador, quien les informa que su dueño tiene un camión que los llevará hasta Londres, ni bien logren repararlo. Sin embargo, los tres perros se dan cuenta de que Cruella, Horace y Jasper se encuentran merodeando el lugar. Luego de ver a dos de los cachorros sucios con hollín, a Pongo se le ocurre la genial idea de “disfrazarse” de Labrador, ensuciándose todos de negro. Una vez que los 99 cachorros estuvieron cubiertos de hollín, el Labrador Negro ayuda a Pongo y a Perdita a llevar a los cachorros hasta el camión en grupos. Ni bien el camión está arreglado y listo para salir, Cruella descubre el engaño y le ordena a sus súbditos atrapar a los bebés. El Labrador Negro entretiene entonces a Jasper y a Horace, dando tiempo a Pongo y Perdita para subir al camión y escaparse.
Como criadora de la raza Labrador Retriever desde hace 15 años, me conmovió este personaje que podría hasta pasar desapercibido, tanto que ni nombre propio tiene. En este personaje también puede percibirse la gran perspicacia de los creadores dado que en una forma rápida, simple y perfecta muestran las características de esta raza: inteligencia, practicidad, obediencia, lealtad. No es tampoco casualidad el color… Era necesario para la historia disfrazar a los cachorros de negro, pero el guiño también está hacia el color original de esta maravillosa raza, que apareciera en el siglo XIX y cuyo estándar fuera redactado por los ingleses en el año 1887. No fue hasta 12 años después que, de padres negros, apareció un cachorro amarillo. Enamorada de mi raza y particularmente del color negro, un poco olvidado y menospreciado en estos días, no quería dejar de homenajear a este gran personaje y a esta gran película, que sigue atrapando a los niños a pesar de que hacen ya 63 años desde su estreno, en 1961.
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